suaves como la seda
tiernas como un bebé,
sus dedos apuntan hacia afuera
como si quisieran soltarse
Cierro los ojos
y te acaricio
Tus gestos todos
están en lo más hondo de mi memoria
Hablando con las manos
tu piel
joven y bella siempre
blanca, pecosa, lisa
se clava en el alma mía
revelándose
como un misterio develado
como todas las verdades del mundo
como la luz del sol
cuando atraviesa las nubes,
imposible de ocultar,
sin ganas de marcharse,
pero tú te has marchado ya
y aunque tus manos
visiten siempre a las mías,
te has ido
y los recuerdos duelen más
porque no estás,
Mamá.
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