martes, 16 de junio de 2009

ojalá sirva... ojalá... creo que
quedó mejor que el de ayer, que escribí con lágrimas en los
ojos, porque yo a Otilio lo amé inmensamente, peleé
por su merecido Premio Nacional de Cultura, lo homenajeé en el Conac, en Conatel, en Cadafe,
en ANTV... a donde llegué a trabajar traté de rendir honor a quien honor merecía
y merece. No hice más porque tuve que dedicarme a cuidar a mi mami, a
quien el llamara en su momento "Flor de Mayo". Mi Flor de Mayo murió
unos días antes que él, y casualmente, cuando tuve que despedirla y
darle las gracias en el cementerio, conté a los presentes que le
pusimos sus canciones de Otilio Galíndez cuando la doctora dijo que
aunque no se movia, ella escuchaba...
El día que Otilio se nos fue, yo estaba subiendo canciones de él al
Facebook, mandándolas a un amigo español, Joan Carlés... otra
poeta, Mariana Libertad, me envió canciones de Otilio grabadas por una
prima suya... todo quedó allí, en el FB, opublicado al mismo tiempo
que el corazón de Otilio decidió no bombear más sangre al cuerpo
cansado del bello maestro.
Bueno, quedan las anécdotas, el amor inmenso, el dolor imposible de
evitar. Y la vida que sigue, dándonos la oportunidad de rehacerla
mientras estemos en ella.
Para mi es un honor, además de
una necesidad, dar a conocer un poquito más de la magia de gente bella, como
Otilio.


El sueño eterno de Otilio

Con profunda tristeza y el amargo llanto de quien siente una pérdida irreparable, comunicamos el sueño eterno de un venezolano que no podrá morir jamás: el compositor Otilio Galíndez, cuyas principales características -además de la calidad irrefutable de su aporte musical- fueron la ternura, la sencillez y el amor, dejó de vivir luego de acostarse tranquilo, a dormir, la noche del 13 de junio de 2009.

Hijo de una humilde costurera, nació en Yaritagua, estado Yaracuy, en 1935. Su tierra natal y el amor a su madre y a sus hermanos, fueron fundamentales para el desarrollo de quien sería, en vida y después de ella, un gran músico y poeta, un amigo fiel, un hijo entregado, un padre dedicado, un hombre enamorado de la naturaleza y de su patria.

Cuando le preguntamos, en 2006, sobre su inspiración primera, él respondió lo siguiente: "las canciones que mi mamá cantaba cuando yo era niño, y que aún canta, tienen una gran categoría, buen gusto, son exquisitas... yo no sabía que en realidad mi mamá me estaba dando una clase de estética, además del placer de la música diaria (...) vino otra mujer hermosa, tan hermosa como ella, fue la madre naturaleza: los ríos, los montes, los campos, la gente, los árboles, las matas, las flores... eso es lo primero que a uno lo asombra y que uno ama, la madre y la naturaleza"

Con sólo ocho años de edad se muda con su familia a Caracas, esto acrecentó en él su amor por le añorado campo del que fue apartado. En la ciudad trabajó en múltiples oficios y con 18 años le toca hacer el servicio militar obligatorio, donde algunos "castigos" lo llevaron a la enfermería varias veces. Es entonces cuando empieza a escribir versos (que luego se perdieron) a su madre, a su pueblo, a la vida que estaba al otro lado de lo que él sintió como un "injusto presidio de los jóvenes del pueblo humilde".

En 1957 comenzó a trabajar como obrero en la UCV, allí lo alentaron a escuchar buena música, a leer y a estudiar. Desarrolló su talento creativo y compuso aguinaldos que grabó por vez primera Rafael Montaño y fueron interpretados por el Orfeón Universitario. Muchas de sus melodías extraordinarias y contagiosas que compiten con la poesía exquisita de sus versos, nacieron en los pasillos y jardines de esa magna casa de estudios, en plenas luchas revolucionarias, allá por los años sesenta.

Otilio trabajó también con la coral de la Compañía Anónima Nacional de Fomento Eléctrico, CADAFE, allí compuso parrandones y aguinaldos que se han convertido en verdaderos emblemas de nuestra música en las fiestas decembrinas.
La obra de Galíndez es tomada por casi todos los intérpretes venezolanos -de distintos géneros- desde mediados del siglo XX: Hernán Gamboa, Morela Muñoz, Juan Carlos Nuñez, Gualberto Ibarreto, Lilia Vera, Miguel Delgado, Cecilia Tood, Ilan Chester, Efraín Silva, Simón Díaz (que interpreta a Otilio sin que generalmente aparezca el compositor), Soledad Bravo, al igual que muchos artistas internacionales como Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Mercedes Sosa han deleitado los oídos del mundo con las composiciones del maestro yaracuyano.

Otilio fue homenajeado muchas veces en las últimas décadas, y el actual Gobierno le dio el Premio Nacional de Cultura, sin embargo, su mayor satisfacción fue el reconocimiento íntimo de la labor cumplida, que no tenía nada que ver con ganancias económicas, pues Otilio Galíndez nunca cobró por la autoría de ninguna de sus obras, que llegaron a ser plagiadas y hasta vendidas por grandes comerciantes de la cultura nacional y extranjera.

En la entrañable casita de Maracay que cobijara a la familia Galíndez por más de treinta años, el aroma de caña fresca, los amargos de mandarina, los charquitos del patio bajo la mata de mango, la ternura del hijo cuidador de la madre, no durmieron con el maestro. Otilio: tus pequeñas maravillas impregnan para siempre el aire de Venezuela, para luego volar, cual cometas, sobre el mundo entero y recordar a quien escuche cualquiera de tus versos, que el ser humano es bello, es noble, es bueno, es sabio, es amante.

Caramba Otilio caramba, lo bello que hubiera sido tenerte cerquita para siempre. Llamarte y encontrarte siempre. Duermes, pero estarás despierto en el corazón venezolano, colándote en todos los sueños con tus aguinaldos, con tus parrandas, con tu pascua, con tu madre, con tu poesía, la del Poncho Andino, la de Son Chispitas, la de La Restinga, la de Catiera, la de Duerme mi Tripón.

Otilio cantó al amor mientras escribió, acarició los más humildes recovecos de la patria con sus palabras, distribuidas sobre papel y envueltas en notas musicales como por arte de magia. Otilio convierte en sublime, o más bien, demuestra cuan sublime puede ser, el cantar de un pájaro, el crecer de una planta o el atardecer... Otilio no duerme, él sueña, sueña eternamente para que su magia se cuele en los sueños de todos.

Un hombre que se refiere al rocío como "perlitas madrugadoras" y al brillo en los ojos de una mujer como "Chispitas" no puede dormirse en la consciencia colectiva, porque la estatura de sus versos, lo dulce de sus expresiones, la belleza pura y simple de lo cotidiano, sumadas todas al amor por la tierra y la vida, no saben dormir, por el contrario, despiertan los sentimientos más escondidos, afloran hasta en invierno, anuncian y provocan vida, incluso después de la muerte.

Caramba Otilio caramba, nos recuerdas a Candelaria, la de los Jardines del Valle, la de tu canción…"no me mires, que mirando se despiertan los amores, y aceleras el latir de mi corazón" , pero tú, Otilio Galíndez, ni dejando de mirarnos, ni cerrando los ojos y durmiendo para siempre, dejarás de despertar el amor y el latir de miles y miles de corazones.

Cónchale, acabamos de cantar Flor de Mayo, pero llegó junio y te dormiste. Caramba Otilio caramba, llegó junio y aquí te nos quedas, para siempre, amor eterno, sueño eterno. Gracias por mantenernos despiertos. Caramba mi amor caramba, ¡Qué difícil resulta despedir a alguien que no puede irse, alguien que nunca se irá!