miércoles, 24 de junio de 2009

Letras para Luko (leyendo unas palabras para su madre, convertida en luz)

Perdona que lo cuente,
pero,
¿ cómo no hacerlo?
leer tus notas de hijo,
bueno y amante
ha revivido en mi alma
el más hondo dolor
y en mi pecho avivó,
como llama en silencio,
el más tierno,
el más puro,
de mi madre, el amor.

Leer tus notas de hijo,
eso debo admitirlo,
me dolió en los costados,
me atravesó la vida
y es que, cómo negarte,
la ausencia de mi madre,
se refleja en la ausencia
de cualquier otra madre,
y dijo Andrés Eloy,
cuando se tiene un hijo,
es tuyo cualquier hijo
de los que hay en el mundo

¡Se tiene un hijo y zas!
mágicamente,
eres padre de todos
los hijos de este mundo
y si falta la madre
esa que te parió
que te cuidó de chico
que te cuidó de grande
que te dio de su vida
que te amó,
que tu amaste,
tienes entonces Luko,
todas,
todas las madres

Y en la peor de las horas,
si te faltara ella,
cuando falte otra madre
sentirás esa ausencia
tan tuya
tan del otro
tan de todo el planeta

Ausencia que insondable
te fruncirá las cejas
te dolerá en el alma
te arrancará las lágrimas

Elevarás al cielo
plegarias y sonrisas
entre llantos de niño
sin sus manitas puras
sin su pecho,
dos lunas
sin pausas y sin prisas

Y tu llanto de niño
te nublará los ojos
y entre nubes de llanto
mirarás a esa madre,
levantando entre llanto
con recuerdos, con risas
tus dos manos,
ya grandes
de adulto que no sabe
si es niño sin su madre
o es hombre, sin su risa

Infante, que no sabe
si es hombre sin su risa
o es niño,
sin su madre.

martes, 16 de junio de 2009

ojalá sirva... ojalá... creo que
quedó mejor que el de ayer, que escribí con lágrimas en los
ojos, porque yo a Otilio lo amé inmensamente, peleé
por su merecido Premio Nacional de Cultura, lo homenajeé en el Conac, en Conatel, en Cadafe,
en ANTV... a donde llegué a trabajar traté de rendir honor a quien honor merecía
y merece. No hice más porque tuve que dedicarme a cuidar a mi mami, a
quien el llamara en su momento "Flor de Mayo". Mi Flor de Mayo murió
unos días antes que él, y casualmente, cuando tuve que despedirla y
darle las gracias en el cementerio, conté a los presentes que le
pusimos sus canciones de Otilio Galíndez cuando la doctora dijo que
aunque no se movia, ella escuchaba...
El día que Otilio se nos fue, yo estaba subiendo canciones de él al
Facebook, mandándolas a un amigo español, Joan Carlés... otra
poeta, Mariana Libertad, me envió canciones de Otilio grabadas por una
prima suya... todo quedó allí, en el FB, opublicado al mismo tiempo
que el corazón de Otilio decidió no bombear más sangre al cuerpo
cansado del bello maestro.
Bueno, quedan las anécdotas, el amor inmenso, el dolor imposible de
evitar. Y la vida que sigue, dándonos la oportunidad de rehacerla
mientras estemos en ella.
Para mi es un honor, además de
una necesidad, dar a conocer un poquito más de la magia de gente bella, como
Otilio.


El sueño eterno de Otilio

Con profunda tristeza y el amargo llanto de quien siente una pérdida irreparable, comunicamos el sueño eterno de un venezolano que no podrá morir jamás: el compositor Otilio Galíndez, cuyas principales características -además de la calidad irrefutable de su aporte musical- fueron la ternura, la sencillez y el amor, dejó de vivir luego de acostarse tranquilo, a dormir, la noche del 13 de junio de 2009.

Hijo de una humilde costurera, nació en Yaritagua, estado Yaracuy, en 1935. Su tierra natal y el amor a su madre y a sus hermanos, fueron fundamentales para el desarrollo de quien sería, en vida y después de ella, un gran músico y poeta, un amigo fiel, un hijo entregado, un padre dedicado, un hombre enamorado de la naturaleza y de su patria.

Cuando le preguntamos, en 2006, sobre su inspiración primera, él respondió lo siguiente: "las canciones que mi mamá cantaba cuando yo era niño, y que aún canta, tienen una gran categoría, buen gusto, son exquisitas... yo no sabía que en realidad mi mamá me estaba dando una clase de estética, además del placer de la música diaria (...) vino otra mujer hermosa, tan hermosa como ella, fue la madre naturaleza: los ríos, los montes, los campos, la gente, los árboles, las matas, las flores... eso es lo primero que a uno lo asombra y que uno ama, la madre y la naturaleza"

Con sólo ocho años de edad se muda con su familia a Caracas, esto acrecentó en él su amor por le añorado campo del que fue apartado. En la ciudad trabajó en múltiples oficios y con 18 años le toca hacer el servicio militar obligatorio, donde algunos "castigos" lo llevaron a la enfermería varias veces. Es entonces cuando empieza a escribir versos (que luego se perdieron) a su madre, a su pueblo, a la vida que estaba al otro lado de lo que él sintió como un "injusto presidio de los jóvenes del pueblo humilde".

En 1957 comenzó a trabajar como obrero en la UCV, allí lo alentaron a escuchar buena música, a leer y a estudiar. Desarrolló su talento creativo y compuso aguinaldos que grabó por vez primera Rafael Montaño y fueron interpretados por el Orfeón Universitario. Muchas de sus melodías extraordinarias y contagiosas que compiten con la poesía exquisita de sus versos, nacieron en los pasillos y jardines de esa magna casa de estudios, en plenas luchas revolucionarias, allá por los años sesenta.

Otilio trabajó también con la coral de la Compañía Anónima Nacional de Fomento Eléctrico, CADAFE, allí compuso parrandones y aguinaldos que se han convertido en verdaderos emblemas de nuestra música en las fiestas decembrinas.
La obra de Galíndez es tomada por casi todos los intérpretes venezolanos -de distintos géneros- desde mediados del siglo XX: Hernán Gamboa, Morela Muñoz, Juan Carlos Nuñez, Gualberto Ibarreto, Lilia Vera, Miguel Delgado, Cecilia Tood, Ilan Chester, Efraín Silva, Simón Díaz (que interpreta a Otilio sin que generalmente aparezca el compositor), Soledad Bravo, al igual que muchos artistas internacionales como Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Mercedes Sosa han deleitado los oídos del mundo con las composiciones del maestro yaracuyano.

Otilio fue homenajeado muchas veces en las últimas décadas, y el actual Gobierno le dio el Premio Nacional de Cultura, sin embargo, su mayor satisfacción fue el reconocimiento íntimo de la labor cumplida, que no tenía nada que ver con ganancias económicas, pues Otilio Galíndez nunca cobró por la autoría de ninguna de sus obras, que llegaron a ser plagiadas y hasta vendidas por grandes comerciantes de la cultura nacional y extranjera.

En la entrañable casita de Maracay que cobijara a la familia Galíndez por más de treinta años, el aroma de caña fresca, los amargos de mandarina, los charquitos del patio bajo la mata de mango, la ternura del hijo cuidador de la madre, no durmieron con el maestro. Otilio: tus pequeñas maravillas impregnan para siempre el aire de Venezuela, para luego volar, cual cometas, sobre el mundo entero y recordar a quien escuche cualquiera de tus versos, que el ser humano es bello, es noble, es bueno, es sabio, es amante.

Caramba Otilio caramba, lo bello que hubiera sido tenerte cerquita para siempre. Llamarte y encontrarte siempre. Duermes, pero estarás despierto en el corazón venezolano, colándote en todos los sueños con tus aguinaldos, con tus parrandas, con tu pascua, con tu madre, con tu poesía, la del Poncho Andino, la de Son Chispitas, la de La Restinga, la de Catiera, la de Duerme mi Tripón.

Otilio cantó al amor mientras escribió, acarició los más humildes recovecos de la patria con sus palabras, distribuidas sobre papel y envueltas en notas musicales como por arte de magia. Otilio convierte en sublime, o más bien, demuestra cuan sublime puede ser, el cantar de un pájaro, el crecer de una planta o el atardecer... Otilio no duerme, él sueña, sueña eternamente para que su magia se cuele en los sueños de todos.

Un hombre que se refiere al rocío como "perlitas madrugadoras" y al brillo en los ojos de una mujer como "Chispitas" no puede dormirse en la consciencia colectiva, porque la estatura de sus versos, lo dulce de sus expresiones, la belleza pura y simple de lo cotidiano, sumadas todas al amor por la tierra y la vida, no saben dormir, por el contrario, despiertan los sentimientos más escondidos, afloran hasta en invierno, anuncian y provocan vida, incluso después de la muerte.

Caramba Otilio caramba, nos recuerdas a Candelaria, la de los Jardines del Valle, la de tu canción…"no me mires, que mirando se despiertan los amores, y aceleras el latir de mi corazón" , pero tú, Otilio Galíndez, ni dejando de mirarnos, ni cerrando los ojos y durmiendo para siempre, dejarás de despertar el amor y el latir de miles y miles de corazones.

Cónchale, acabamos de cantar Flor de Mayo, pero llegó junio y te dormiste. Caramba Otilio caramba, llegó junio y aquí te nos quedas, para siempre, amor eterno, sueño eterno. Gracias por mantenernos despiertos. Caramba mi amor caramba, ¡Qué difícil resulta despedir a alguien que no puede irse, alguien que nunca se irá!

lunes, 15 de junio de 2009

El sueño de Otilio

Con profunda tristeza, con el amargo llanto de quien siente una pérdida irreparable, comunicamos la despedida de un venezolano que no podrá morir jamás.

Otilio Galíndez, compositor yaracuyano, cuyas principales características, además de la calidad irrefutable de su aporte musical, fueron la ternura, la sencillez y el amor, dejó de vivir anoche, 13 de junio de 2009, después de despedirse de su familia como habitualmente lo hacía en la humilde casa de Maracay que lo cobijara durante los últimos treinta años.

Ayer Otilio fue a la cama a dormir, esta vez, el sueño eterno. Pero un hombre que se refiere al rocío como "perlitas madrugadoras" y al brillo en los ojos de una mujer como "Chispitas" jamás podrá dormir en los corazones de quienes lo conozcan, porque la estatura de sus versos, la ternura de sus expresiones, la belleza pura y simple de lo cotidiano, sumadas todas al amor a la tierra y a la vida, no duermen, muy por el contrario, despiertan los sentimientos más escondidos, afloran hasta en invierno, anuncian y provocan vida, incluso después de la muerte.

La obra de Otilio Galíndez es tomada por casi todos los intérpretes venezolanos -de música popular y otros géneros- desde mediados del siglo XX y por muchos artistas internacionales como Pablo Milanés y Mercedes Sosa. Otilio Galíndez formó parte del Orfeón Universitario de la Universidad Central de Venezuela, institución a quien siempre declaró su amor y gratitud, pues fue allí donde comenzó una larga carrera de éxitos musicales cuyas melodías, extraordinarias y contagiosas, compiten con la poesía exquisita de sus versos, escritos en los pasillos y jardines de esa magna casa de estudios.

Además, Otilio desarrolló una tremenda labor creativa en la coral de la Compañía Anónima Nacional de Fomento Eléctrico, CADAFE, donde compuso muchas canciones que se han convertido en verdaderos emblemas de nuestra música tradicional, como parrandones y aguinaldos que año tras año acompañan al pueblo venezolano en sus fiestas decembrinas.

Fue homenajeado innumerables veces en las última décadas, y el actual Gobierno reconoció su trabajo con el Premio Nacional de Cultura, sin embargo, según sus palabras, el mayor homenaje a su esfuerzo es la cantidad de veces que sus canciones fueron grabadas y el reconocimiento íntimo de la labor cumplida, que no tenía nada que ver con ganancias económicas, pues Otilio Galíndez nunca cobró por la autoría de ninguna de sus obras, que llegaron a ser plagiadas y hasta vendidas por grandes comerciantes de la cultura nacional y extranjera.

Nació en Yaritagua, estado Yaracuy, en 1935, hijo de una humilde costurera de nuestro pueblo. La naturaleza campestre de su tierra natal y el amor a su madre y a sus hermanos Eugenia, Mercedes y Jesús (Chucho) fueron fundamentales para el desarrollo de quien sería, en vida y después de ella, un gran músico y poeta, un amigo fiel, un hijo entregado, un padre dedicado, un eterno enamorado de su patria.

En una entrevista grabada en 2005, cuando preguntamos sobre su inspiración primera, el maestro respondió lo siguiente: "las canciones que mi mamá cantaba y que aún canta, tienen una gran categoría, un buen gusto, son exquisitas... yo no sabía que en realidad mi mamá me estaba dando una clase de estética, además del placer de la música diaria" (...) " vino otra mujer hermosa, tan hermosa como ella, fue la madre naturaleza: los ríos, los montes, los campos, la gente, los árboles, las matas, las flores, todo eso que ayudó a mi mamá cuando estaba pequeña también me ayudó a mi... eso es lo primero que a uno lo asombra y que uno ama, la madre y la naturaleza"

Con apenas ocho años lo arrancaron de su campo acostumbrado y su mudanza a la ciudad de Caracas acrecentó en él el amor a la naturaleza entrañable de sus primeros años de vida. En esta ciudad trabajó en múltiples oficios junto a sus hermanos. Es a los 18 años, cuando le toca hacer el servicio militar obligatorio, que empieza a escribir versos, a su madre, a su pueblo, a la vida que estaba al otro lado de lo que él sintió como un injusto presidio, donde algunos "castigos" lo llevaron a la enfermería en varias ocasiones. Esos primeros versos fueron desechados por el autor, que apenas terminó su corta estadía como "recluta" en espacios militares, comenzó, en 1957, a trabajar en la UCV, donde, prestando servicios como obrero, conoció a personas que lo alentaron a leer y a estudiar, desarrolló su talento creativo y compuso aguinaldos que grabó por vez primera Rafael Montaño y luego fueron interpretados por el orfeón universitario, que los dio a conocer dentro y fuera de nuestras fronteras.

Hernán Gamboa, Morela Muñoz, Juan Carlos Nuñez, Lilia Vera, Miguel Delgado Estévez, Cecilia Tood, Ilan Chester, Efraín Silva, Simón Díaz (que interpreta a Otilio sin que generalmente aparezca el compositor), Soledad Bravo y otros muchísimos compositores y cantantes venezolanos han deleitado los oídos del mundo con las composiciones de Otilio.

Desde su casa de Maracay, el aroma de caña fresca, los amargos de mandarina, la ternura del hijo cuidador de la madre, impregnan para siempre el aire de nuestra Venezuela para luego volar, cual cometas, sobre todo el planeta, y recordar a quien escuche cualquier verso de Otilio, que el ser humano es bello, es noble, es bueno, es sabio, es amante.

Otilio cantó al amor mientras escribió, acarició los más humildes recovecos de la patria con sus palabras, distribuidas sobre papel y envueltas en notas musicales como por arte de magia. Otilio convierte en sublime, o más bien, demuestra cuan sublime puede ser, el cantar de un pájaro, el crecer de una planta o el atardecer... Otilio no duerme, él sueña, sueña eternamente para que su magia se cuele en los sueños de todos.

Caramba Otilio caramba, sueñas, pero estarás siempre despierto en el corazón venezolano, haciéndonos soñar a todos, con tus aguinaldos, con tus baladas, con tu pascua, con tu poesía, la del poncho andino, la de Son Chispitas, la de la Restinga, la de Catiera, la de Duerme mi Tripón.

Caramba Otilio caramba, recordamos a Candelaria, aquella muchacha que vivía en la calle 8 de los Jardines del Valle, a quien le escribiste "no me mires, que mirando se despiertan los amores, y aceleras el latir de mi corazón" , pero tú, Otilio Galíndez, tú ni cerrando los ojos para siempre, ni durmiendo para siempre, dejarás de despertar el latir de miles y miles de corazones.

Acabamos de cantar Flor de Mayo, pero llegó junio y te dormiste. Caramba Otilio caramba, llegó junio y aquí te nos quedas, para siempre, amor eterno, sueño eterno. Gracias por todo lo que tu bella humanidad nos regaló. Gracias por mantenernos despiertos. Gracias. Por tu amor. Por tu humanidad. ¡Qué difícil resulta despedir a alguien que no puede irse, alguien que jamás se irá!

Una canción, que según Lilia Vera es un cuadro, pintado por Otilio... así nos dejas Otilio...
http://www.youtube.com/watch?v=UPGcxmPD10Y